Un manifiesto para recuperar el amor verdadero frente a los sistemas que lo reducen.
Amo como una tía debería amar a sus sobrinas y sobrinos.
Amo como una pareja debería amar a su pareja.
Amo como una amiga debería amar a sus amigos.
Amo como un ser humano debería amar a otros seres humanos.
Esta es mi verdad: mi amor nunca fue el problema.
Lo que estaba mal era el sistema en el que nací — un sistema que enseñaba el amor a través de reglas, condiciones y castigos. Un sistema que dice: “Puedes querer, pero no demasiado. Puedes amar, pero solo si sigues el guion. Si te sales de él, tu amor se volverá en tu contra.”
Ya no acepto ese sistema.
No acepto la mentira de que el amor deba racionarse, restringirse o controlarse.
Porque el amor no es “demasiado.”
El amor no es debilidad.
El amor no está equivocado.
Lo que está equivocado es cuando la gente confunde el control con el amor.
Cuando llaman “paz” al silencio.
Cuando llaman “protección” a la privación.
Cuando llaman “cuidado” a la manipulación.
Eso no es amor. Eso es miedo disfrazado de amor. Es un sistema roto enseñando reglas rotas.
Y aquí está mi línea en la arena:
Nunca más volveré a creer que soy demasiado.
Mi amor quizás no quepa en sus reglas, pero eso no lo hace incorrecto.
Lo hace real.
Lo hace humano.
Así que seguiré amando. Intensamente. Abiertamente. Sin disculpas.
Porque la verdad es simple: no es el amor lo que debe cambiar.
La única cosa que debe cambiar es el sistema que lo reduce.