Del estado al personaje: cómo la defensa se convierte en máscara
Cuando Proteger se vuelve habitual, dejamos de verlo como un modo temporal y empezamos a confundirlo con “quién soy”.
Lo que solemos pensar
- “Soy una persona desconfiada.”
- “Yo soy agresivo.”
- “Nunca logro acercarme a nadie.”
Cuando vivimos mucho tiempo en Proteger, acabamos creyendo que esas formas de estar son nuestra verdadera identidad.
Lo que en realidad pasa
Lo que hoy llamas “mi carácter” puede ser en gran parte un modo de defensa repetido tantas veces que se volvió costumbre.
- La lucha constante puede transformarse en la identidad de “soy duro”.
- La huida puede volverse “soy independiente, no necesito a nadie”.
- El complacer puede sonar como “soy siempre servicial, nunca digo que no”.
Son máscaras que aprendimos a llevar para sobrevivir.
Por qué importa verlo así
Si confundes un estado con tu identidad, sientes que no hay salida: “Soy así y no puedo cambiar.”
Pero si entiendes que es una máscara aprendida, aparece la posibilidad de quitarla, moverla o transformarla.
Ejemplo cotidiano
- Una persona que siempre hace bromas cuando hay tensión quizás no es “naturalmente graciosa”, sino alguien que aprendió a usar el humor como máscara para evitar conflictos.
- Otra que nunca muestra enfado quizás no es “pacífica por esencia”, sino alguien que aprendió a congelar esa emoción porque era peligroso expresarla.
Lo importante
El gradiente (F1) nos mostró que los estados cambian.
El siguiente mapa (F2) nos mostrará cómo esos estados, al repetirse, construyen un personaje falso: una versión de ti que protege, pero que no refleja del todo quién eres.
Mini-ejercicio (2–3 minutos)
- Piensa en una frase que sueles usar para definirte (“Yo soy…”).
- Pregúntate: ¿Podría ser esta frase una máscara que aprendí en la infancia para estar a salvo?
- Escríbela con un matiz nuevo:
- “A veces me pongo esta máscara para protegerme.”
Idea clave para llevarte
No eres tu máscara.
Los modos repetidos crean un disfraz de identidad. El próximo mapa nos ayudará a distinguir entre el “yo de defensa” y el “yo real” que sigue esperando ser visto.